Los sueldos en la cosa pública (II)

Si en la anterior entrada hablábamos de salarios públicos en el ámbito estatal, ahora toca hacerlo en el local.

Mi idea al respecto es clara: se debe regular el ejercicio de lo público. Es necesario una ley de ámbito estatal, en el que se limite su salario y sus incompatibilidades más allá de los acuerdos entre el gobierno y la oposición local. Es muy difícil que en un municipio se aprueben las ordenanzas fiscales o los presupuestos o los planes urbanísticos por unanimidad, pero casi siempre se consigue un acuerdo para regular sus emolumentos. Y casi siempre al alza.

No me gustan los políticos profesionales. Y los hay muy buenos. Muy capaces, honestos y eficientes. Pero no me gustan. El porqué es sencillo: ante la duda tomarán el camino fácil, aquel que no comprometa su puesto, con independencia de que sea o no la mejor de las alternativas para su ciudad.

Creo que antes de gestionar lo público, hay que demostrar una valía fuera de la política. Por su propia seguridad laboral y económica, un político no puede depender de un puesto a dedo. Tiene que tener una profesión o un oficio en la vida civil. En caso contrario, será un mero instrumento al servicio de su partido político, que es quien decide la composición de las listas electorales.

Habitualmente se dice que ocupar un cargo político es un servicio a la sociedad, vocacional y voluntario. Lo último seguro, lo de servicio a la sociedad, discutible. Algunos se sirven a sí mismos. Siempre he defendido que quiero buenos gestores en la política, y para ello tiene que estar bien pagada ¿Y eso qué significa? Que se gane lo mismo (o un simbólico euro más, para que nadie diga que pierde dinero) en la política que en su ocupación fuera de ella. Fijando un tope salarial (por ejemplo los 105.000 euros anunciados en la reforma de los salarios en empresas públicas) ningún buen gestor podría argumentar un no a la dedicación política por razones económicas aunque con ese tope salarial pueda perder poder adquisitivo. De la misma manera que fijando un mínimo, nadie entraría en política sin tener un trabajo anteriormente. De esta forma, quien esté en política sin una profesión remunerada anterior cobraría 641,40 euros/mes, el salario mínimo interprofesional que anualmente se publica en el BOE. Eso sí es servicio público. ¿Cómo puede ser que tengamos ediles cobrando más de 40.000 euros anuales que nunca han cotizado a la seguridad social? ¿Sin oficio o profesión conocida? Incluso algunos sin titulación superior pero aupados al cargo con el carnet del partido en la mano. Y otros muchos que se inventan títulos universitarios para adornar un currículum que, en algunos casos, no sería aceptable ni para un trabajo de, con todos mis respetos, reponedor en Hipercor vía ETT. De cv inflados hay ejemplos en todos los partidos, de derechas, de izquierdas, de socialistas y de populares, y en todos los niveles: concejales, diputados, secretarios de estado e incluso ministros.

Algunos dicen que la política es fiel reflejo de la sociedad: sociedades mediocres, gobernantes mediocres. Al final, va a ser cierto que tenemos lo que merecemos…¿Y tú qué opinas?

Si quieres compartir esta entrada aquí tienes el enlace corto: http://wp.me/p1yi88-2Q

4 comentarios el “Los sueldos en la cosa pública (II)

  1. En el muro de Facebook, un amigo ha dejado el siguiente comentario: «Tenemos lo que nos merecemos. De acuerdo en todo, menos en regular. Eso no es liberal. Deberíamos regular con nuestro voto, aunque claro eso es otra historia que se llama listas abiertas.»

    • Y yo he contestado esto: «Discrepo. Sí es liberal la regulación de salarios públicos, ya que mi propuesta traslada la remuneración de la ocupación habitual al ámbito político. ¿Hay algo más liberal que el propio mercado?»

  2. Es muy difícil regular los cargos políticos, hay tantos puestos a dedo que no les interesa…y así nos va, cantidad de gente que dice «dedicarse a la política» y lo único que hace es cobrar y salvar su puesto por encima de todo.

Deja un comentario